15 noviembre, 2009

De cómo los europeos tomaron lo que no es suyo...

Hace 125 años las potencias europeas se repartieron África...



La Conferencia de Berlín iniciada por estas fechas en aquel año, fue el marco en que los representantes europeos se sentaron, discutieron, buscaron resolver en el papel -mapas en mano- las diferencias que podían hacer peligrar esa paz armada que a duras penas mantenía la estabilidad en Europa.

Destacados cartógrafos tomaban las resoluciones dictadas y las dibujaban en sus mapas, trazando nuevas fronteras, estableciendo zonas de influencia, rebautizando territiorios, limitando ambiciones expansionistas que significaran conflictos con las potencias vecinas...

Los grandes ausentes: los africanos, quienes ni siquiera fueron invitados a la fiesta. Muchos de esos límites trazados arbitrariamente desde la capital alemana perduran hasta hoy y definen parte de la precariedad de algunos estados africanos que ven cómo muchas tribus perdieron su espacio vital, antiguas culturas quedaron divididas y sus pueblos separados, enemigos históricos son obligados a mantenerse unidos con todos los conflictos que esto conlleva (genocidios recientes incluidos).

En Berlín se consumó el reparto, una de las etapas más oscuras de una historia eurocéntrica, de un etnocetrismo que justificó las ambiciones de poder territorial y económico bajo las premisas de un supuesto afán civilizador y evangelizador.

La explotación sin medida de las sociedades industrializadas en su necesidad de expandir mercados que hicieran parecer aún viable un modelo capitalista "salvaje" se disfrazó de humanismo con la prohibición explícita de la esclavitud en el continente dominado.

África fue escenario privilegiado de cómo las doctrinas de determinismos geográficos y darwinismo social que justificaron una supuesta superioridad racial se materializó.

En todo el continente, a duras penas Liberia y Etiopía mantuvieron su independencia, la ocupación militar y la explotación económica se convirtieron en la cotidianidad, la extracción de riquezas desde África y otras colonias posibilitó la Belle Époque de burgueses europeos, quienes en sus ciudades gozaron de lo ganado con el sudor de la frente de sus súbditos.



Con la Conferencia de Berlín se consolidó un imperialismo que igual entraría en crisis años después, pero cuyas secuelas sufrimos todos los que vivimos en las "economías periféricas".
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