La matanza de los Santos Inocentes es uno de esos episodios bíblicos, que como casi todos aquellos que encierren un prodigio o algo extraordinario, han sido cuestionados por la historia.
Si verdaderamente ocurrió, cuándo ocurrió exactamente y la magnitud del infanticidio son quizás los principales elementos cuestionados.
Sin embargo, cuando la fe es la que habla es más fácil construir verdades, y así, se tiene que Herodes mandó a matar a todos los niños varones menores de dos años que habitaban su reino, muerte de la que se salvó Jesús gracias a una angelical intervención que hizo que José y María huyeran con el Niño a Egipto, momento desde el que se deja de saber qué pasó en la niñez de Jesús (al menos en los Evangelios canónicos).
La tradición siguió recordando esta matanza y durante la Edad Media, ya con tantos años de por medio, la fiesta se banalizó, pasando de ser un hecho doloroso, a un momento para realizar bromas, tomaduras de pelo, payasadas y todas esas prácticas carnavalescas propias también de los finales de año.
Estas formas de recordar la fecha llegan hasta nosotros actualmente, siendo más fácil recordar el día por el "pasar por inocente" que por su contenido religioso, sobretodo al ser una celebración menor dentro del santoral ubicada entre dos celebraciones centrales muy cercanas (la natividad y la circunsición).
Lo interesante de esto es la deshumanización que el hecho encierra y que tanto paralelo tiene con muchas prácticas informativas actuales a las que nos vemos enfrentados. Así, no existe el menor reparo en hacer chistes sobre un nicaragüense que muere asesinado por dos perros, nos deleitamos con el conteo de las puñaladas que causaron la muerte de equis persona -más aún si es un crimen pasional-, buscamos las descripciones naturalistas de inspirados pseudoperiodistas de sucesos, o nos sentamos frente al televisor a escuchar a una directora de medios hablar de las similitudes entre los bombardeos sobre Bagdad y un juego de pólvora.
Lo preocupante es que esa banalización del dolor humano que tomó unos mil años en darse con los Santos Inocentes, ahora no toma más que la distancia que hay entre la trasmisión en vivo y nosotros.
Exigimos inmediatez en la infomación y somos bombardeados por la información, pero al mismo tiempo, cada vez más nos negamos a una lectura humanizante de esta información. Nos quejamos de la violencia, pero la consumimos cotidianamente.
¿Cómo romper con este paradigma de la violencia para rehumanizarnos? Ese es el reto...
30 diciembre, 2008
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