Su nombre empezó a sonar con fuerza hace relativamente poco tiempo... su vida pública se resume en poco más de diez... hace cuatro su nombre fue tomando fuerza y su carrera política se disparó en lo que los medios han llamado "el fenómeno Obama".
Barack Obama representa el fenómeno político más interesante surgido en la sociedad de los Estados Unidos en lo poco que llevamos del siglo XXI, y uno de los más particulares de su historia política. Más allá de su propuesta política concreta, interesa acá señalar tres de los puntos fundamentales que se conjugaron para darle forma y culminar con éxito una primera etapa en el desarrollo del fenómeno: la llegada a la presidencia de los Estados Unidos.
Primer punto: Juventud
Si bien es cierto no es un mancebo; a sus cuarenta y siete años, Obama es visto como un "adulto joven de la política", normalmente dominada por personas arriba de los cincuenta. El elemento juventud en una sociedad políticamente conservadora como la estadounidense implica un reto enorme, pues su sistema político exige "experiencia" (que en el lenguaje político del norte significa "años"). Obama de hecho ni siquiera completó un período en el Senado, algo sin precedentes para el caso de un presidente que proceda de esta institución.
El discurso Obama, surgido al calor de invasiones en Irak y Afganistán, de la guerra contra ese fantasma llamado terrorismo -guerra más efectiva en la restricción sensible a las libertades ciudadanas que en los éxitos visibles contra el enemigo-, surgido cuando se prevé el fracaso del modelo neoconservador que dominó la política económica de los EEUU desde Reagan hasta la actualidad, se montó sobre la desesperanza generada por estos puntos para proponer un camino diferente.
Desde esa perspectiva, Obama se presenta como un personaje de ruptura generacional, será el primer candidato suficientemente joven para no ser cuestionado o alabado por sus acciones en la Guerra de Vietnam. En esta línea, Obama logra hacer el paralelo con otros de los candidatos de ruptura generacional de la historia reciente de los EEUU: por un lado John F. Kennedy, presentado como el primer presidente nacido en el siglo XX, y por otro, Bill Clinton, el primero nacido en la segunda posguerra.
Desde ahí, no es casual la comparación constante que se realiza entre Obama y Kennedy (Clinton no podía ser el referente por razones obvias, Hillary era la principal contendiente de Obama), comparación reforzada por otros aspectos que mencionaremos adelante.
Esta identificación Obama-juventud marcó dos aspectos fundamentales que aseguraron el triunfo demócrata. En primer lugar, el trabajo voluntario, básico en todo proceso político electoral, y en el cual los demócratas lograron articular un contingente por mucho superior a la capacidad de "trabajo de hormiga" de sus rivales republicanos. En segundo lugar, incentivar el voto juvenil: en una sociedad con altísimos márgenes de desinterés electoral y muy elevados índices de abstención, la elección presidencial 2008 marcó el mayor porcentaje de voto juvenil con respecto al total de la votación desde que se lleva este tipo de estadísticas. De este porcentaje de votos, una gran mayoría favoreció a Obama.
Segundo punto: Pertenencia a una minoría
Mucho escuchamos la frase sobre el "primer presidente negro de los EEUU", situación evidentemente cierta. Lo importante acá es que el discurso de cambio presentado por Obama, y en general por el Partido Demócrata, logró calar en diversas minorías, las cuales mayoritariamente lo favorecieron. Obama, siguiendo el paralelo con Kennedy, es el segundo presidente no "wasp" de la historia contemporánea de los EEUU. A cuarenta años de las grandes luchas por los derechos civiles de la población negra, un ciudadano negro logra llegar a la presidencia. Simbólicamente, el discurso del cambio desarrollado por Obama se funde con su historia personal. Obama de por sí representa el cambio al surgir desde una minoría.
Además de la población afroamericana, que masivamente votó a su favor, Obama logra atraer la mayoría del voto latino, la segunda minoría en importancia.
Llama la atención igualmente, lo atípico de la elección del candidato demócrata en esta ocasión. De los diversos candidatos, cuatro no cumplían con los requisitos del wasp. Una mujer, un negro, un latino, un católico... Evidentemente, esa amalgama marca una apertura dentro del Partido Demócrata y la posibilidad -finalmente lograda- de llevar consistentemente el discurso del cambio y de la inclusión a los más diversos sectores.
Con el recuerdo vivo de Luther King y los demás grandes líderes en la lucha por la igualdad de derechos, el ciudadano negro que aspira a la presidencia se transformó en símbolo. Obama fue la representación de lo marginal, lo tradicionalmente excluido, situación reforzada por su poca vida política (lo que lo presenta como "ajeno" a la clase política tradicional). Desde ahí, se ha conformado una visión romántica, donde la emotivo que rodea su figura ha pesado más que lo racional y estrictamente político de su discurso.
Desde ahí, Obama se transformó en la imagen de lo distinto, en un momento donde la crisis de la sociedad estadounidense exigía, precisamente, el cambio. Juventud y procedencia minoritaria se convirtieron en aspectos fundamentales para contruir esa imagen de cambio y esa aura de "diferente" que envolvieron a Obama, y que ligados al tercer aspecto aseguraron su triunfo.
Tercer punto: el discurso
No vamos a entrar a analizar acá las propuestas concretas de Obama, pero sí señalaremos aspectos en la forma del discurso que unidos a los puntos mencionados anteriormente dieron forma al fenómeno político.
La oratoria de Barack Obama ha sido constantemente alabada como uno de sus puntos más fuertes. No en vano, fue en el 2004 cuando se convirtió en figura nacional estadounidense, a partir, cabalmente, de la pronunciación de un discurso en la apertura de la convención nacional demócrata, discurso dado cuando era un "perfecto desconocido" para la mayoría de la población estadounidense.
Como orador, quizás las principales fortalezas de Obama son, el carisma -pues logra captar y mantener la atención de su auditorio-, la fluidez -pues da una impresión de seguridad ante sus escuchas-, y, principalmente, la forma.
Obama ha estructurado un discurso elocuente, sencillo de entender y preciso. Fundamentalmente, su mayor punto fuerte acá es que ha tenido la habilidad de decirle a la gente no solo lo que quiere oír, como es la costumbre de la gran mayoría de los políticos, sino lo que la gente debe oír.
La diferencia entre ese "querer" y "deber" marca la línea que impide caer en la demagogia y el populismo. Obama estructuró un discurso para un público que deseaba escuchar una propuesta alternativa, sin tocar los "valores" fundamentales de la sociedad estadounidense. No cuestiona el ejército, sino la guerra; no cuestiona la iniciativa privada, sino la falta de controles del Estado.
Su discurso, acusado de socialista o demasiado de izquierda para los estándares de los EEUU, principalmente por sus propuestas en torno a la seguridad social, el empleo, la seguridad y la economía; contó acá con un elemento coyuntural a su favor: las únicas opciones ante la crisis económica que explotó en los mercados estadounidenses son consistentes con esas políticas "de izquierda". En este sentido, el empoderamiento coyuntural del discurso Obama fue algo incuestionable en la coyuntura electoral.
Consciente de su rol histórico como candidato de ruptura, Obama estructura un discurso donde refuerza lo emotivo. Un lema de campaña tan sencillo como el "change We need" (sucesor de un más largo: "change, We can believe in") reforzado por el anafórico "yes, we can" caló hondo en los votantes. Sus lemas fueron sencillo, pero acertados en crear identidad entre el electorado.
La conjunción de los tres aspectos mencionados, logró darle forma al fenómeno Obama, y con ello darle a la sociedad estadounidense, y por qué no, mundial, un nuevo espacio para la esperanza, tan consistente con los procesos iniciados en América Latina que han presagiado el final del modelo neoliberal reaganiano.
Estos elementos le han dado a Obama una presencia y una fuerza mediática que ha sabido aprovechar en los momentos donde "verse" en todos los medios posibles es una de las claves principales en el mundo político contemporáneo.
No conocemos el final de la aventura, y probablemente su margen de transformación sea menor que el de las expectativas generadas, pero al menos ha permitido dar un respiro a una sociedad donde la desesperanza, el miedo, la preeminencia el mercado y la creencia en "el fin de la historia" estaban asfixiando a la persona.
04 enero, 2009
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